miércoles, 17 de junio de 2009

Así en todo

Si este mundo parece ser desde ya una mierda sin sentido, un tránsito obligatorio sin aparente principio ó fin más que el de la muerte y el nacimiento y viceversa (Lo cual no debe ser consuelo para nadie) Uno se pregunta, por qué no abandonarse a la desidia. No una desidia extrema, sino más bien una dosificada. El problema sería identificar la dosis adecuada. Siendo así de sencillo como suena, podríamos decir que la dosis adecuada dependería de las circunstancias de cada quién. De cuanto cada persona necesite desentenderse de sí misma. Yo conozco personas que se desentienden de sí mismas muy a menudo. Algunas veces hasta lo hacen en grupos y por ese lapso de tiempo queda implícito el acuerdo de desentenderse juntos sin joderse el uno al otro. Usualmente las personas que se desentienden apropiadamente de sí mismas (si cabe), están censurando a aquellas más permisivas. Pero esto de la relatividad aplicada a cualquier cosa, siempre termina convirtiéndose en conflicto pues, lo que es poco para unos es mucho para otros y viceversa; entonces, a mi modo de ver, que es muy sensato, lo que queda es comer y dejar comer. Cómo podría una persona atribuirse la autoridad necesaria de decirle a otra cuánto debe desentenderse de sí misma, del mundo, de la vida; si esta autoridad solo podría dársela el conocimiento absoluto de cuánto esta persona necesite desentenderse y que yo sepa, aún no hemos desarrollado al 100% nuestras capacidades clarividentes. A lo mucho podemos presumir, intuir, pero eso es muy etéreo y no sirve. Nuestras percepciones (presumo) deben construirse a partir de un filtro de nuestras vivencias, así que están limitadas al reducido conjunto de experiencias que puede tener un ser humano en un periodo de vida de aproximadamente 90 años (siendo generosos). Es decir, un individuo que vive tan poco (en comparación a la inmensidad del universo), y que además, probablemente, cuando se esté metiendo en la vida de otro, no tenga ni 90, ni 80, ni 70 años, ¿Qué coño puede saber?. A no ser que creamos todos en la reencarnación, en ese escenario si, estaría un poco más dispuesta a presumir, que hay gente que "sabe" más que otra y en ese caso, alguna habilidad mejor desarrollada para la auto preservación, le hace buscar la mesura y recomendarla con tanta urgencia a otros; lo cual es también una presunción atrevida mía, pues quién dice que en este caso el más sabio, el más viejo en vidas reencarnadas sea el mesurado. Porque quizá, planteándolo en viceversa, el más viejo sea el más desidioso.
Así en todo, (Watanabe dixit)

lunes, 15 de junio de 2009

El Micro-Mundo


Hace varios días que observo curiosamente y hasta con ternura, el micro-universo de las combis. No es que nunca antes me haya subido a una, pero hoy por hoy podría decirse que paso en ellas por lo menos la tercera parte de mi día laboral. Antes, prefería endeudarme con un taxi de compañía que me daba crédito. Anterior a eso, prefería ajustar mi ponderado sueldo de 1000 soles a uno de 800 que me permitiera ir y volver de mis trabajos de oficina en taxis de la calle y antes que eso, pues tenía 17 años y estaba embarazada de Camila. Acababa de salir del colegio y mi mamá me había llevado y recogido de él, desde primero de primaria hasta quinto de secundaria.

Estando embarazada, J me llevaba y me traía justamente en el volkswagen azul del dibujo. Esos somos él y yo ó al menos ésa es la parte bonita. Algunas veces tomé la 73. Por esas épocas andaba muy enamorada o eso parecía, y si él no podía recogerme, yo tenía que ir a verlo de alguna manera. Acababa de salir del colegio, así que no trabajaba ni tenía ingresos, él menos, y mi mamá tampoco es que tenía ese tipo vocación de servicio tan diligente, así que aprendí a tomar el ómnibus verde que me dejaba a pocas cuadras de la casa de J.

En mi omnibulada cabeza no terminaba de discernirse por qué mis compañeros de trabajo preferían ahorrarse unos soles e ir apretados en una combi repleta de gente en vez de sacrificar esa porción de haberes por una comodidad saludable. Además muchos de ellos no tenían hijos y vivían así como yo, aún con sus padres.

En mi segundo trabajo de oficina hice muchos buenos amigos, casi todos mujeres. La mayoría de ellas caminaban desde El Olivar hasta Javier Prado a tomar su carro. Como eran buena gente, empecé a caminar con ellas hasta allá y muy serenamente esperaba ver el carro, levantaba mi mano y me subía a una de las combis todojavierprado que existían en el 99. Uno de mis amigos, este sí hombre, vivía por mi casa. Me sugirió compartir un taxi todos los lunes en la mañana, de nuestras casas a la oficina. Yo acepté encantada y le propuse hacerlo todos los días. Esto significaba gastar cada uno 2 soles de ida y si lo hacíamos de salida, 2 soles de vuelta, pero el no aceptó con una risa de buena gente que pudo bien querer decir "qué cojuda".

Tomar esas combis en Javier Prado era muy fácil; pasaban miles, a cada rato y no muy llenas. Yo las seguí utilizando rigurosamente y descubrí todo lo que podía hacer con 200 soles ó más bien con los 160 soles que sobraban restando los 40 de pasajes.

Todo siguió así de simple y organizado en mis siguientes trabajos de oficina. Jornada diaria de 8 horas, y traslados en combi asesina. De repente empecé a jugar a la empresaria. Me creería la muy especial inventándome un negocio propio. Hasta ahí todo era inofensivo y hasta productivo. Luego, siguiendo algún extraño código familiar de impulsividad trascendente, renuncié a mi trabajo para dedicarme al negocio y me conseguí un peligroso servicio de taxi al crédito.

Algunos créditos pueden ser el peor enemigo de un negocio en pininos y yo tuve varios de esos que aumentaban mi costo fijo dando la impresión de aliviarlos hasta acumularse en cuentones inverosímiles.

A manera de catarsis, expiación y una buena dosis de sentido común ahora me movilizo 80% en combi, ómnibus, carro, etc. y pienso que andar en taxi es una reverenda taconeada para quienes no pueden tener un auto, pues movilizarse en taxi sale más caro.

No puedo negar mi reacción reticente inicial, mi resistencia estúpida, inflexible y obtusa. Si mi prima Janet, madre de dos hijas, puede viajar en combi desde Las Begonias-San Isidro hasta La Molina a las 6.30 pm (hora punta) en un carro todojavierprado-2009, para volver a su casa de su trabajo y ahorrarse 400 soles, yo también puedo. Si Doris, la manicurista de mi abuela, puede viajar de Camino Real-San Isidro, a las 8 pm con este frío del carajo, en una combi hasta Villa el Salvador para ahorrarse 50 soles, yo también puedo. Si las Señoras que se suben a las buses con unas bolsas endemoniadamente pesadas para viajar quién sabe hasta dónde para luego caminar quién sabe cuántas cuadras y ahorrarse unos soles, yo también puedo y debo. Si las ejecutivas taco 7 deben viajar en combi con sus sastres, celulares y files para hacer homenaje a la sensatez de gastar según el presupuesto, yo también puedo. Si los viejitos pueden agarrar todos sus temblores y subirse a una combi donde ni saben si habrá gente decente que les de asiento para estirar la plata de sus pasajes, no solo puedo, si no que es mi deber moral ser igual de consecuente y verguenza debería darme hacer lo contrario y no al revés en un país donde la mayoría está misio como para andar arrochándose y aparentando boludeces.
Así que no sólo he refinado mi criterio, si no que le he tomado cariño a todos los personajes recurrentes del micro-mundo. A pesar de mis iniciales pronósticos de enconada hostilidad, me identifico con ellos y he aprendido ciertos códigos importantes de comportamiento como: No mirarse a los ojos salvo sea absolutamente necesario ó estés de muy buen humor, Pararse para cederle el asiento a los viejitos o en su defecto evitar sentarse muy cerca de la puerta pues esos son los que pagan pato. Cuando algunos resblandecidos se hacen los locos, formar parte del coro que canta "asiento reservado, asiento reservado", Pagar 0.50 céntimos cuando viajes distancias cortas, No burlarse de los que quieran pagar 0.50 céntimos en distancias no tan cortas, pobres, deben estar remisios, No renegar de la gente que sube con mucho bulto, nunca digas:"De esta agua no he de beber", No renegar de la gente que sube cuando el micro ya está que revienta, nunca digas: "Nunca", Agarra bien tu cartera, si eres mujer. Si eres hombre y usas una, lo mismo, No seas chinche, ayuda al prójimo, sé solidario, avisa cuando creas que un choro esta ojeando la cartera de otro, sede el asiento, no jodas mirando mucho, no pagues de más y sobre todo: No te creas superior y pienses que a los demás no les apesta tanto como a tí estar viajando en el Micro-mundo.