martes, 6 de octubre de 2009

Un Pueblo para mi y para mi hija

Hace mucho tiempo que no escribo poemas. La intención ha perdido la inocencia propia del impulso por el impulso, se ha contaminado de sentido. Ha perdido la capacidad del regodeo simple en la nostalgia, el juego perverso de arrancar la costra sobre la misma herida que sana en tiempos de coherencia. Ese pedazo de hoyo negro, una bandada sin destino que es cierta solo en ella misma y en ninguna otra realidad. Una bocanada feroz de silencio que desbarata o redime o inunda.
Busco un pueblo para mi y para mi hija. Un lugar donde pueda volver a escribir poemas, que es lo mismo que escribir por escribir. Ella tiene 13 años ya y ningún legado consistente mas que el de mi incondicionalidad. La honestidad con que caigo frente a sus ojos y respondo: NO SE, a pesar que prometí saber siempre para ella. La insatisfacción que escondo inútilmente para no pesarle, aunque me delate un lenguaje que va mas allá de la palabra, entre nosotras.
Me detengo por unas horas como quien para y escucha las demandas del espectro. Observo paciente esta sensación invasora, la miro de frente, la reconozco. Es la misma de años anteriores, quizás mas grande, mas fuerte, mas contundente en el Mundo de los tiempos racionados: Nuestro Mundo de horas premeditadamente cortas para evitar el silencio cuestionador, el pánico del vacío y la irrelevancia de nuestra existencia.
Ahora se anuncia con mayor frecuencia y tiene expresiones físicas. Es el dolor del Mundo, me digo. Un dolor que no se explica, no existen las palabras.
Luego vuelvo a lo que llaman sentido común y me pregunto si es prudente privar a Camila de la estructura de este lugar, del resguardo de lo conocido, por lo incierto de una búsqueda justificada solo en ella misma, como son las cosas sin sentido. Intento puntualizar sus fortalezas, pero solo encuentro ventajas. Intento enumerar sus valores, pero aquí el tiempo pasa tan de prisa que hasta yo misma olvido el punto de origen, que soy yo misma. Pronto no soy mas que tiempo sin nombre, corriendo para llegar. Porque aquí lo importante es llegar y cuando se corre no hay espacio vacío ni silencio que trasgreda la ecuanimidad del caos con el que distraemos nuestra mente. Es mas fácil de esta manera.
Entonces me pregunto si yo seria capaz de vivir de una manera diferente. Si podría tener la astucia necesaria para concebir un Mundo propio, en el cual sea dueña del tiempo y dueña de Mi. Deduzco que, llegado el momento, mi espíritu descompuesto llegara al lugar que le corresponde, caminará por inercia hasta encajar en su propio espacio, por puro instinto de supervivencia.
¿Habrá llegado ese momento?¿Sera que así se siente cuando el espíritu esta desgastado?
El escenario cotidiano duele, falta el aire y hay mucha soledad...
En este punto me vuelvo a preguntar, que puedo darle yo de este Mundo a Camila, ¿Que podría tomar de este lugar para entregárselo? Cuanta satisfacción producirá en ella acceder a los beneficios que por unanimidad hemos definido como tales y por cuanto tiempo?
Buena educación, comodidades, acceso a algunos lujos, tecnología, reconocimiento, éxito...¿De dónde tomo la trascendencia, el desapego?, ¿De dónde la autonomía, la capacidad de disfrutar y vivir el presente sin mezquinar los minutos que uno se atreve a no pensar en el futuro? ¿Cómo le regalo el placer de cantar porque sí, de escribir porque sí, de pintar porque sí, cuando ni yo misma tengo tiempo de creer que puede hacerlo?
¿Cómo le armo una lección de vida independiente de mis propios miedos? ¿Cómo interpreto una escena que le sirva de ejemplo, más allá de las palabras, las reflexiones, las conversaciones...
¿Será posible hacerlo aquí? ¿Conseguiré las herramientas necesarias, la tranquilidad y el tiempo?
Lo que creo es, que antes de terminar estas líneas el tiempo será ajeno otra véz y empezará a coparse de ocupaciones y pensamientos agotados que me harán ver estas preguntas demasiado complicadas para responder.